[vc_row][vc_column][vc_column_text]Los nepalíes volvieron a mi memoria hace un par de meses, en el transcurso de una conversación casi “de ascensor”. Durante un viaje de trabajo aquí en España, me encontré hablando con un desconocido por esas extrañas mezclas de relaciones sociales que se dan en este tipo de estancias. Llevaba una fina cadena de oro de la que colgaba un puñal ritual budista, del mismo metal.
Mi mirada indiscreta no pasó desapercibida y se desabrochó un botón de la camisa para mostrarme la joya entre los dedos.[/vc_column_text][vc_column_text css=».vc_custom_1539104260512{border-top-width: 1px !important;border-right-width: 1px !important;border-bottom-width: 1px !important;border-left-width: 1px !important;padding-top: 10px !important;padding-right: 10px !important;padding-bottom: 10px !important;padding-left: 10px !important;border-left-color: #497b0d !important;border-left-style: solid !important;border-right-color: #497b0d !important;border-right-style: solid !important;border-top-color: #497b0d !important;border-top-style: solid !important;border-bottom-color: #497b0d !important;border-bottom-style: solid !important;}»]– Si sabes lo que es, vas a dejarme impresionado.- me dijo con aire de desafío.-
-No conozco el nombre, pero es budista, una especia de daga ceremonial… La he visto en algún lugar…- respondí haciendo memoria.- Hay una enorme en la entrada a Suayambhunath, en Nepal.-
-¡¿Has estado en Nepal?!- dijo abriendo los ojos y dibujando una sonrisa. Comenzó a sopesar el colgante dorado entre los dedos, mientras le cambiaba la cara. De repente me miraba como un cómplice, como si un iniciado encontrara a otro iniciado, conocedores de misterios que otros no comparten.
-Se llama Phurba- dijo afilando aún más los ojos y dando un aire teatral a unos segundos de silencio que, sí o sí, iban a acabar en otra pregunta.- ¿Cuál fue tu motivo para ir?
Puso tanto misterio y curiosidad en su demanda que me dejó completamente descolocado. ¿Cómo le explicaba que había acudido simplemente porque era uno de los destinos con vuelos más baratos ese año? Estaba claro que él practicaba budismo, y esperaba una historia de crecimiento personal, de búsqueda espiritual, o de sanación emocional, o quizás de práctica de meditación.
Tras unos segundos no pude esquivar mi cara de póker y tuve que reconocer encogiendo los hombros: “no fui por ningún motivo especial… la verdad.”
La decepción se dibujó en la cara de mi interlocutor, mientras se reclinaba en el asiento con incredulidad. “Siempre hay un motivo para viajar a Nepal”.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Y me temo que llevaba razón. Siempre parece haber un motivo para los que visitamos Nepal. O bien hacer alguno de los campamentos bases, o la búsqueda espiritual, el voluntariado, o una mezcla de las tres cosas. Y este motivo personal parece ser tan poderoso, que encoje la visión que los viajeros se llevan del país.[/vc_column_text][vc_single_image image=»3072″ img_size=»full» add_caption=»yes» alignment=»center» style=»vc_box_shadow_3d»][vc_empty_space][vc_column_text]
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Motivos personales contra realidad.
Los buscadores de montañas vuelven con los ojos llenos de las espectaculares visiones de los Himalayas; los que buscan espiritualidad, transforman la visión según la intensidad de sus experiencias místicas. Y en todo este juego de visiones quedan unos grandes olvidados: los nepalíes.
Y no me refiero a esa gente encantadora, sonriente y sencilla de la que hablan los blogs y agencias de viajes. Que sí, que es cierto; pero ¿qué hay de la realidad cotidiana de Nepal?
Los nepalíes que conocí tienen que luchar cada día en un país tremendamente pobre que, ni se levanta, ni prospera.
Al menos esa es la sensación que me dejó la gente con la que hablé. Y no es que yo sacara el tema… Más bien parece que hay un profundo malestar, una fuerte convicción de que Nepal languidece bajo una clase política tan corrupta como ineficaz.
Fueron varios los nepalíes que me hablaron en esos términos, desde empresarios a gente de la calle. Y la misma impresión que tenía una cooperante española que conocí en uno de los homestay. “Todos se quejan de lo mismo” decía asintiendo.
Una decepción y enfado que hace que muchas personas estén dispuestas a hablar, si uno está dispuesto a dejar de lado lo que ha ido a vivir en Nepal, para escuchar lo que ellos tienen que decir.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]
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Lo que no cuentan los blogs de viajes de Nepal.
Parte de la culpa de la desinformación previa sobre la realidad social, la tenemos los blogs de viajes. Ya sea sobre Nepal u otro país, solemos ser prácticos, motivacionales e inspiradores. Y es normal, estamos hablando de viajes que se hacen por placer. Y además la mayoría de lectores tampoco quieren, para qué vamos a engañarnos, que le calienten mucho la cabeza.
Yo mismo consulté blogs y vídeos de YouTube para preparar mi viaje. Pero nadie me advirtió de la bofetada que supuso encontrar un leproso tirado a las puertas de Pashupatinath, o la vergüenza ajena de ver a los “viajeros” echando fotos en primera fila en los ghats, mientras las familias lloran de dolor (como te cuento en Pashupatinath: templo de vida y muerte).
Tampoco te dicen que en Nepal existen miles de castas, y que algunas siguen siendo intocables. Que los nepalíes se relacionan con cualquiera en la calle, pero según de qué casta sean, no pueden entrar en su casa o invitarlos a la suya; ni aunque sean vecinos de toda la vida. Y mucho menos casarse entre ellos.
El dueño de un hostal en el que estuve, por ejemplo, había tenido que irse de su pueblo natal porque se había enamorado de una mujer de una casta inferior. Tuvieron que establecerse en Katmandú, donde la ciudad diluye un poco las profundas creencias de la sociedad rural, y por fortuna todo les fue bien.
Nadie habla de que los niños, con 15 años, ya son hombres. Que muchos acaban en Katmandú buscándose la vida como pueden, dejando a sus familias en las montañas. Como esos muchachos que ayudan a los conductores de los autobuses a subir y bajar maletas y pasajeros, sacando medio cuerpo por la ventanilla para ver si se puede adelantar, o repartiendo los botellines de agua a los viajeros. Y que si se llega lo bastante temprano, se ve que muchos duermen directamente envueltos en mantas, sobre el techo de los anticuados transportes.[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_single_image image=»3074″ img_size=»large» add_caption=»yes» alignment=»center» style=»vc_box_shadow_3d»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
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El muchacho que me preparaba el desayuno.
Tampoco encontré la historia del mozo de otro de los hoteles donde me alojé, que me preparaba el desayuno cada mañana.
Era un chico de unos 15 años al que una mujer venía a visitar con frecuencia. Una noche, al volver de Thamel algo más tarde de lo habitual, lo descubrí durmiendo con una manta en el sofá de la recepción.
Tenía un carácter tímido, en buena parte supongo porque hablaba apenas el inglés. Pero al tercer día consiguió romper el hielo y empezó a enseñar una curiosidad natural, y a contarme sin perder la sonrisa, lo que pude saber de él.
Ese sofá de la recepción era su vivienda, y se consideraba afortunado; al menos ganaba algo de dinero y tenía las comidas aseguradas. Así no suponía una boca más que alimentar en su casa, de la que había salido para trabajar. Por suerte su familia vivía cerca: la mujer que lo visitaba a diario era su madre.
Y es que los hospedajes por los que anduve resultaron una fuente de información bastante inesperada. Especialmente en el caso que os quiero relatar.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
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La última noche en Pokhara.
Volvía de cenar en un bonito (y barato) sitio, una de las muchas terrazas callejeras que hay en Lakeside. Al ir a entrar en mi alojamiento por la zona de restaurante, abierta a la calle, encontré al dueño del establecimiento sentado con un amigo.
Me invitaron a unirme así que contento, me pedí una cerveza y me dispuse a echar un rato agradable de conversación.
Comenzaron a preguntarme cosas de España, pero pronto me dí cuenta de que en verdad no era eso lo que querían oir. Sobretodo uno de ellos hacía preguntas capciosas, de manera que su propia curiosidad le sirviera de excusa para hablar en realidad de Nepal.
La conversación fue derivando en un monólogo en el que soltó toda su amargura por la situación del país, contándome casos concretos; frustraciones burocráticas, corruptelas y ejemplos de situaciones sin ningún sentido, que como empresario de hostelería tenía que sufrir.
Pero sin duda su mayor dolor venía de saber que parte de la culpa de la situación, venía del mismo carácter de sus compatriotas. No era un populista desde luego. Las huelgas y enfrentamientos callejeros que a veces se daban, especialmente en Katmandú, se debían más a enfrentamientos de bandos políticos que a un hartazgo real del pueblo contra sus gobernantes.
Estaba triste de ver cómo en Pokhara la vida había cambiado tan rápidamente gracias al turismo, pero a la vez no se hacía nada por cuidarlo. Como no se arreglaban las canalizaciones de residuales, ni se intentaba cuidar su vertido incontrolado al Lago Phewa, que es la principal atracción de la ciudad.
Durante más de una hora estuvo “vomitando” toda la rabia y el hartazgo que le provocaba todo eso, y que no podía compartir con sus compatriotas, hasta que se cansó. No sé si esa conversación le ayudó a dormir mejor esa noche. Pero yo desde luego, me bebí la cerveza más amarga de todo Lakeside.[/vc_column_text][vc_single_image image=»3076″ img_size=»large» add_caption=»yes» alignment=»center» style=»vc_box_shadow_3d»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
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This is Nepal.
Como viajero, la sensación que me dio es que en este país está todo por hacer, todo por cambiar. Son muchas las cosas que fallan o son incomprensiblemente lentas. Y aquí es donde entra la frase del millón: “this is Nepal”, “esto es Nepal”.
La repiten cuando se corta la luz, se va internet o te quedas atrapado en un parón de la carretera, para descubrir con horror que has tardado 9 horas en hacer 200 km. Cuando dices que el baño está sucio, y te traen un estropajo para que lo limpies tú mismo. Cuando te piden 10€ por entrar a la plaza Durbar en Patan para contribuir a su restauración, y no ves ni un obrero trabajando en ella. Nepal también es así.
Una realidad frustrante en un país espectacularmente hermoso. Pero de esa falta de recursos y de esa indolencia, también nacen cosas hermosas.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
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La solidaridad de los nepalíes: Healthy Hopes.
[/vc_column_text][vc_single_image image=»3077″ img_size=»large» add_caption=»yes» alignment=»center»][vc_column_text]Durante mi estancia en Katmandú pude contactar con Healthy Hopes Nepal y su increíble líder, Suruchi. Nos habíamos citado y ella en persona vino a recogerme en su scooter en el punto de encuentro: fue mi primera experiencia con moto entre ese tráfico sin ley, en el que uno no sabe si reírse o ponerse a llorar (puedes leer Alquilar un scooter en Katmandú ).
Cuando llegamos al bar donde había quedado con el resto del equipo, en uno de los pisos de una casa cercana a Freak Street, no pude evitar mi cara de asombro. “You are all so young!” (¡sois tan jóvenes!), recuerdo que les dije impresionado.
Allí estaba un equipo de estudiantes, con no más de veintipocos años, que habían conseguido formar una asociación solidaria. Trabajaban con Trip Drop, colaboradores extranjeros y turistas como yo, que querían hacer alguna contribución.
Llevaban material escolar a colegios, hacían campañas de sanidad en pueblos y barrios más pobres, atendían enfermos y ancianos de forma voluntaria… Y yo que no podía salir de mi sorpresa.
Habían conseguido constituirse legalmente, llevar adelante el papeleo, organizar festivales, contactar con comunidades, hacer calendarios de visitas, pasar consultas… y sacar sus estudios adelante. Todo por un grupo que no superaba los 10 jóvenes. Su fuerza y la naturalidad con la que hablaban de lo que es un esfuerzo enorme, me hacían sentirme muy pequeño.
Y encima de todo me pagaron sin que me diera cuenta la limonada que me pedí… Me hundieron, jajaja.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
- But the hope never dies.
No quiero acabar este artículo dejando un mal sabor de boca sobre los nepalíes, porque sería injusto. Son un pueblo que se levanta cada día y que sonríen, a pesar de todo. Y que incluso te invitan a tomar un café, con algo de suerte.
Son un pueblo que no puede clasificarse solamente como los cándidos habitantes de los pueblos de los trekkings, ni los sabios gurús de los ashram de yoga, o de los retiros budistas. Son una experiencia compleja con muchas facetas, como cualquier sociedad con sus luces y sus sombras, y con el estigma enorme de vivir en el país más pobre de Asia.
La decisión de quedarte sólo con lo que te interesa ver es sólo tuya. Pero recuerda que sea cual sea tu motivo para viajar a Nepal, los nepalíes con su propia realidad estarán ahí; los mires o no.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=»3078″ img_size=»full» add_caption=»yes» alignment=»center» style=»vc_box_shadow_3d»][/vc_column][/vc_row]
Sergio
Enhorabuena!!!! Un artículo estupendo, una experiencia única y un país ❤️
Granadino Errante
¡Muchas gracias LLeyo! Siempre tan amable… Nepal a su manera es increíble, pero creo que para tí mejor Bali… Te pega mucho más jeje.
María Cecilia
Muy buen artículo, comparto mi hoja de tus sentimientos, si bien conozco Nepal superficialmente, me ha sorprendido gratamente el enorme esfuerzo que ponen para recuperarse del terrible terremoto, en un país ya golpeado por la pobreza.
Granadino Errante
Muchas gracias María Cecilia. Tienes razón, hacen un esfuerzo enorme y es digno de admiración. Yo en Nepal no soy un experto ni he estado varias veces, he contado simplemente lo que ví, cosas del día a día que se ven allí, cosas que te enteras por conversaciones con ellos… Y me decidí a contarlo más que nada porque no leí este tipo de información en ningún blog que consulté. Sabía lo que cuesta entrar a Plaza Durbar, qué ver en Katmandú, lo maravilloso que es un trekking, o lo muy recomendable de un retiro espiritual. Pero de los nepalíes, de la realidad suya, ni media palabra. Más allá de los calificativos tópicos de sonrientes, amables, generosos, etc.
Y de un país así no se puede hablar como el que recomienda unas vacaciones en Mallorca.
Hay una realidad que no se puede obviar.
Loren
Leerte es como comer pipas, empiezas y no puedes parar. Me ha encantado el artículo sobre Nepal, y me quedo con su gente. Los Nepalies son capaces de ocultarte toda esa realidad que tus ojos están captando con una simple sonrisa. País de contrastes sin duda, donde te sientes minúsculo al lado de su fuerza y espiritualidad. Todavía cierro los ojos y puedo sentir el olor a incienso que impregna cada uno de sus rincones.
Granadino Errante
Hola Loren.
Pues muchísimas gracias de verdad, es un placer que me digas algo así. Al fin y al cabo el blog no se trata de mí sino de vosotros, de ofreceros experiencias y animaros a vivirlas. Aunque a veces uno tenga que despelotarse emocionalmente, como en este artículo.
Nepal es muy fuerte, a mí me costó varios meses asimilar y reconciliar las cosas que vi y sentí.
Pero engancha, de eso no hay duda. Por eso este año repetiré y quiero organizar un viaje para poder compartirlo con quien quiera apuntarse.
Muchas gracias por leerme y tu comentario, un abrazo.
Tià Mercader
Namasté Granadino Errante! Te he descubierto gracias al FB, la filosofia de tus propuestas de viaje me parece genial, a finales de marzo me voy para Nepal para realizar un trek por Mohare Danda y Khopra Danda, que aunque estan en el area de Annapurna, ya sabrás que estan mucho menos trillados que el Santuario o el circuito completo.
Viajé por primera vez al reino del Himalaya en 1997, cuando todavia habia rey, Je Je, conoci al principe heredero, el que «dicen» fue el autor de la matanza real, era cliente habitual de la pizzeria Fire and Ice, era un tremendo vividor.
Después de ese primer viajecito de 20 dias, mi pareja y yo decidimos que queriamos parar alli una temporada mas larga, presentamos un proyecto a varias ONG en Barcelona que trabajaban sobre el terreno y finalmente en setiembre del 2000, mochila al hombro para empezar el proyecto para un año, mi pareja se dedicaria a dar clases de teatro y danza y yo a la educación fisica, nuestro destino fue la Escuela Daleki en Kathmandu, fue una experiencia irrepetible, me cambió la forma de ver el mundo, desde entonces he vuelto a Nepal frecuentemente, mi hija tiene 11 años y ya ha estado 2 veces.
Te deseo muchos exitos en tus propuestas y espero tener la oprtunidad de conocerte, puede que coincidamos por dias en Nepal ahora en abril, un abrazo
Granadino Errante
Hola Tià, muchísimas gracias por tu comentario y tus palabras. Conociendo Nepal tan bien como tu, el hecho de que me valores positivamente es un gran halago.
A tí no tengo que explicarte cómo este país se mete en el corazón jeje. Espero que en alguna de nuestras idas y venidas coincidamos y podamos charlar cara a cara.
Un abrazo y namasté.